La reflexión debería ser
algo constante en nuestra vida, no sólo en nuestra práctica docente. Vamos
corriendo a todos lados, corremos por los pasillos porque llegamos tarde, damos
las clases rápido porque no estamos cumpliendo la temporalización que nos habíamos
propuesto, corregimos los controles rápido para empezar el próximo tema y no
retrasarnos en el temario
Todos los cursos pienso lo
mismo, “¡esto no puede ser así!” “Estoy estresada, los niños están estresados” “No
estamos disfrutando de todo esto” Pero año tras año, vuelvo a caer en lo mismo.
En mi práctica docente falta
la reflexión, intento modificar cada año, sobre la marcha, en función de las
dificultades o intereses de mis alumnos, lo que había pensado o programado. Modifico
actividades o pienso otras nuevas, pero no lo registro por escrito. En el papel
queda la misma programación acartonada de siempre.
Aquí es donde pienso puede
ser de gran utilidad el Portafolio. En el Portafolio se recogen muestras de las
actividades realizadas durante el curso, exámenes y resultados. Es algo
dinámico, vivo, que se puede, y se debe,
ir modificando de forma permanente. No es una foto fija.
En mi opinión la reflexión
debería formar parte no sólo de la tarea docente de forma global (que además es
difícil de analizar), si no de cada uno de los aspectos de la tarea docente. Es
el conjunto de todos esos aspectos los que conforman el trabajo que hacemos y
que debemos ir desgranando para determinar su validez, utilidad y sentido.
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Cortesía del autor (Free Digital Photos) |
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